30.5.06

 

Un examen afortunado

El domingo, ayudado sin duda por la resaca habitual en tal día, tomé la inteligente y consensuada decisión de no estudiar para un examen que tenía el día siguiente. Uno de esos exámenes densos y cargados, cuyo temario no sólo no interesa, sino que es imposible que llegue a entender. El nombre de dicha asignatura es Redes Telemáticas. Muy interesante. Con la felicidad que otorga el aplicar a lo cotidiano el mañana mañana way of life, o sea, ya lo haré mañana, me entregué, ya liberado, a un domingo de desparpajo y pérdida absoluta de tiempo. El resultado de este impresionante operativo fueron 100 páginas menos de mi libro de cabecera, una cena pesada desde el punto de vista digestivo y, para terminar, una apacible “siesta” nocturna de una a tres de la noche. La secuela directa a dicho letargo fue la imposibilidad de conciliar el sueño hasta que, a las seis de la mañana, el noticiero de la radio rompió mi secreta sospecha de que las horas no pasaban para mí. Al fin logré caer en un profundo sueño, a la misma hora en que miles de personas luchaban inútilmente por no despertar del suyo.

El lunes no comenzó de una manera muy diferente a como terminó el domingo en lo que a ganas de estudiar se refiere. Siendo las tres de la tarde la hora en que ingería mi desayuno-comida y teniendo en cuenta que el examen era a las seis, volví a tomar otra determinación categórica. Disponía de tres horas más para hacer cualquier cosa menos estudiar.

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Quizá fue mi antiguo orgullo de estudiante el que me hizo reconsiderar la situación: debía darle una pequeña oportunidad a las 35 fotocopias de apuntes repletas de complicadas instrucciones binarias a las que oía chillar desde el interior de una carpeta, carpeta que había sido sepultada por dos grandes volúmenes de más de mil páginas en mi afán nocturno por intentar dormir. La oportunidad la traduje en forma de un resumen garabateado en cuatro folios y pertrechado en media hora de estrecha colaboración con dichos apuntes.

Viéndome del todo imposibilitado para grabar datos en mi atribulada cabeza, decidí buscar acaso más inspiración en un lugar que se prestara más al estudio, que me sugestionara. ¿Qué mejor lugar que el mismo instituto? Lugar donde he aprendido todo cuanto sé.

Llegado a la citada institución lo vi todo más claro: el lugar concreto que yo andaba buscando se había resistido a mis pesquisas. Sin duda ese lugar era la cafetería del instituto, allí encontraría todo cuanto buscaba, pocos focos de distracción y muchos focos de cafeína. Ya bien instalado en una mesa y con una humeante taza de café, me disponía a releer mi preciado resumen cuando algunas chicas de belleza contrastada que pasaban por allí me hicieron reconsiderar mi opinión sobre los focos de distracción en la cafetería. ¡Maldición! Había vuelto a fallar. Dicho error se vio corroborado por 20 minutos de absoluta apatía estudiosa pero de un gran ejercicio visual y cardíaco.

Con todo, se había acabado mi tiempo, pero aporté a mi dañado ego un nuevo halo de esperanza, sucio y tramposo pero alentador cuanto menos. Sacaría con furtividad mis apuntes durante el examen, haciendo uso de mi gran habilidad persuasoria y de mis artes escénicas. Aún así consagré, con unos compañeros de fatigas, algunos momentos al repaso del temario, repaso que me sirvió para retener tres o cuatro conceptos desordenados. La suerte ya está echada, pensé de camino al examen y me reconfortó repasar mentalmente el magno plan que había trazado.

Todo se giró en mi contra al darse un cambio de aula de última hora. La idiosincrasia de la nueva aula de examen me impedía por completo cualquier maniobra clandestina. Mi posición respecto al profesor me dejaba en inferioridad de condiciones, pues me hallaba de espaldas a él. Impedido por completo, en esta nueva situación me era imposible controlar los omnipresentes ojos del profesor y sabía que si llevaba a cabo mi plan caería sin duda en sus experimentadas redes. Había vuelto a fracasar. Dos días de concienzuda preparación para ese momento se habían ido al traste por un ridículo y sin duda ilegal cambio de aula por motivos poco esclarecidos y balbuceantes.

Pero de nuevo se presentó un giro en mi suerte. Sorprendido, descubría pregunta a pregunta, que era capaz de contestar. Era un examen ajustado a mis limitados conocimientos sobre el tema. Se me preguntaba exclusivamente sobre aquello que era capaz de recordar. Era como si yo mismo hubiera formulado el examen, doblegándolo a mi capricho. Una a una, las preguntas iban cayendo y, como un hilo, fluían las ideas de mi cabeza .

No puedo negar que tuve suerte. Al terminar me prometí que nunca más iría a un examen sin estudiar. Era la última vez.

Eso sí, dejé una pregunta sin contestar para que el profesor no se diera cuenta. Sería una falta de respeto que supiera que el examen que tanto le había costado preparar estaba hecho a mi medida.


Comentarios:
No es por hacer naufragar tu autoestima ni por estrellar contra las rocas tu fantástico y ya clásico plan "B"... Pero te puedo afirmar que la mayoría de los que hemos pasado por ese estuario académico, somos conscientes de que el fabuloso profesor, se encargará después de realizar Campanas de Gaüss, Reducciones de Kemploff, y Esterilizaciones de Milton, de quitarle trascendencia a la nota del examen, es más se por anticipado que no faltará (viendo la media global de las notas), un fingido : -He puesto un examen facilísimo, para ayudaros…

Y es que cuando un “perdona-vidas” se cruza en tu vida, está se vuelve como un tablón de madera que azota una vez tras otra contra un rompeolas…
 
Buffff... y ahora ponerse a estudiar... total... me queda una semana.

Uy... si eso... el fin de semana me pongo xq... después de currar es que me da mucho palo.

Total... por una tarde menos... tampoco pasa nada, además, este finde me pongo fijo.

y cuando llega el fin de semana...
Bueno... tengo dos días enteritos pa estudiar
Xq salga hoy... no quiere decir q mañana no vaya a estudiar.
Mañana prometo levantarme pronto, es q bajo presión estudio mejor.

Buff... mejor le pego un repasillo antes del examen.

total... si voy a suspender igual... es q no tengo tiempo pa nà!

(jiji, reflexiones q todos, todos hemos hecho)
 
Mi palabra preferida desde niña: luego.
La palabra "ahora", he de reconocer que me pone así como de mal rollo. Bueno, no siempre, porque "ahora" aplicado a cosas placenteras (por ejemplo, las que tienen como fin las preferencias irrenunciables festivaleras)... Pues como que me van más.
Ah, y soy curiosa por naturaleza... ¿Qué pasó al final? Porque hay veces en que los impases cerebrales vienen bien... Me imagino una liebre saltando en medio del las redes telemáticas... Buf, ya empiezo a desvariar, voy a tomarme un café con cafeína a ver si me despejo.
Un saludete!!!
 
A los cientos de miles de lectores que tenemos he de comunicarles que ayer me dieron la nota. Un 7 fue el resultado. Desde luego no puedo quejarme...
Os aconsejo a los cautos y puros de espíritu que lo provéis algún día!
 
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