Defenestrados

Cogió un libro del estante en el que se hallaba y se lo guardó bajo la chaqueta con un rápido movimiento. De camino al ascensor hurtó del mismo modo dos artículos más sin prestarles demasiada atención. Una vez dentro del ascensor pensó que seguro que le habían visto al menos dos empleados, pero le daba igual, no le dirían nada. Como siempre. Por eso él era quien pagaba sus sueldos. En abrirse la puerta en el segundo subterráneo salió rápidamente y se dirigió a la sala de estar: ya estaba en casa.

Mientras fumaba un cigarrillo sentado en su cómoda butaca se felicitó por haber hecho construir un falso centro comercial encima de su casa. Pero él sabía que su cleptomanía no se aplacaba sólo con eso…

Le dio una larga bocanada al cigarro mientras arrojaba con desgana el libro, un peine y un juego de limas al fuego.